El único que transforma nuestras vidas, el que nos edifica, y nos da el crecimiento espiritual es nuestro Dios. Nadie puede hacer esta obra, sólo Dios.
Nuestra misión es predicar su Palabra; persistir en hacerlo, sea o no oportuno; recordando siempre que la Palabra de Dios no vuelve vacía a Él. El Santo Espíritu de Dios a través de la Palabra cambia nuestros estilos de vida.
Oremos y meditemos diariamente en la presencia del PADRE ETERNO y de su Hijo JESUCRISTO, y aunque estemos cansados, levantemos los brazos y pidamos a Dios su amorosa fortaleza para disponer nuestro corazón para adorarle, alabarlo y bendecirlo.
Bendiciones del Altísimo.